La Picota

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La picota

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La Picota, declarada Bien de Interés Cultural en 1963 y única de su género en toda la comarca de El Bierzo, se constituye en referente visual por antonomasia de la localidad. Se yergue en el centro del pueblo en la confluencia de los ejes marcados por el trazado de las calles El Campillo, La Chana y Los Héroes, ubicación que le es propia desde, al menos, 1580. Con anterioridad, y como es propio de este tipo de monumentos, parece haber estado ubicada en la entrada occidental del pueblo, conservándose en la actualidad el recuerdo de su antigua ubicación en el nombre de una de las calles de esta zona, la calle El Rollo.

Se trata de una columna formada por un fuste de dos bloques de granito rectangulares con las aristas achaflanadas, que reposan sobre una basa trapezoidal que a su vez se asienta sobre un bloque de piedra cuadrado que haría las veces de plinto. En la parte superior el fuste remata en un capitel troncopiramidal invertido con tres molduras. Sobre él reposa otro elemento conformado por dos piezas. La primera un cubo granítico sobre el que reposa el remate final de la estructura, también de granito, con una forma acampanada.

Todo el monumento reposa sobre una estructura con función de basamento compuesta por tres peldaños en orden descendente de tamaño, realizada con piedra local, dándole a la picota una apariencia general más esbelta.

La función de las picotas era la de exponer a los reos condenados para su deshonra, siendo esta la última pena considerada como leve ya desde las Partidas del rey Alfonso X El Sabio.

La mayoría de las picotas fueron construidas entre los siglos XVI y XVII extendiéndose lo que podríamos considerar como su vida útil hasta el decreto de las Cortes de Cádiz del 26 de mayo de 1813, que ordena su total destrucción puesto que “los pueblos de la Nación Española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación Misma, y que su nombre y orgullo sufriría por tener a la vista un recuerdo continuo de humillación”. La restitución del trono a Fernando VII dejó sin ejecutar dicho decreto, por lo que muchas han llegado hasta nuestros días.