Pinturas rupestres de Librán y San Pedro Mallo

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Los primeros habitantes. Las pinturas rupestres de Libran y San Pedro Mallo. Los castros.

Las pruebas más antiguas de la ocupación humana en nuestro territorio se sitúan en torno a las localidades de Librán y San Pedro Mallo remontándose los restos que conservamos a unas fechas tan tempranas como el 2500 y el 1700 a. C.

Dos son las fuentes que nos informan sobre la presencia humana en nuestro territorio en esas fechas. Por un lado, están las pinturas rupestres de Librán y San Pedro Mallo y en su cercanía los restos del posible lugar de habitación de los grupos humanos a los que se atribuirían esas manifestaciones artístico-simbólicas.

Los restos de pinturas rupestres de estaciones como El Furacón de los Mouros, La Cuevona y Los Corralones, declarados BIC en el año 1985,  se integran desde una perspectiva estilística en el grupo del arte rupestre esquemático, denominación a la que pertenece todo el arte post paleolítico, especialmente el ubicado cronológicamente en el comienzo de las culturas del metal, calcolítico y edad del bronce,  y que, aun con peculiaridades de cada territorio, constituye un fenómeno global trascendiendo los límites de la Península Ibérica.

Con un estilo sencillo, esquemático, son objeto de representación la figura humana, la de animales junto con la cada vez mayor abundancia de signos cuya interpretación ya no es tan sencilla. En el caso de los ejemplos documentados tanto en los abrigos de Librán como los de San Pedro Mallo las figuras están realizadas con ocre, teniendo por ello una coloración rojiza propia de este tipo de pigmento.

El yacimiento de Peña Redonda, en Librán, se interpreta como una zona de habitación. Parcialmente excavado en 2019, se ha confirmado la existencia de una muralla perimetral y en su interior restos de, al menos, dos construcciones, todas realizadas con un aparejo de piedra seca. ¿Podría ser este enclave la muestra de la definitiva sedentarización de los grupos humanos que antes ocupaban temporalmente los abrigos del rio Primout? Tal vez futuras investigaciones puedan aclarar este particular.

Andando el tiempo, esas primeras comunidades se van haciendo más complejas y aumentan en número. Llegados a la Edad de Hierro, el sistema de ocupación del territorio se hace más evidente. Aparecen los denominados castros, asentamientos siempre en altura rodeados de una muralla y de un foso. Este modelo de poblado supuso una modificación del terreno que los hace claramente visibles hasta en la actualidad, siendo la evidencia arqueológica más abundante en nuestro territorio, existiendo prácticamente un castro por cada localidad del municipio.

Sobre estos grupos humanos pertenecientes a la Cultura de los Castros del Noroeste, se asentará a partir del siglo I a. C. el control romano, que accede a la zona tras la victoria en las Guerras Cántabras (29 a. C.-19 a.C.). Interesados sobre todo en la explotación de los yacimientos auríferos de la zona, extenderán su control administrativo y cultural con eficacia por lo menos hasta el siglo III d.C. Restos de estas antiguas explotaciones de oro tenemos en la localidad de Villar de las Traviesas, donde se conservan algunos vaciados así como los restos de los canales que distribuían el agua necesaria para el beneficio de los depósitos auríferos.

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